SOMBRAS
Relato breve de Rafael Blanes
Mi nombre es Chris Muller y solo tengo 21 años. Escribiré esta
historia con la mayor claridad posible relatando los hechos que acontecen
durante la noche del 19 de Septiembre de 2003 en Harvey Coast, Australia.
Al principio solo iba a ser una noche en la piscina del último
piso. Mi mejor amigo y yo, nos colamos en la terraza de un edificio en el que
trabajamos durante el último verano. Se trata de un conglomerado de viviendas
que conecta, a través de un patio central enorme, cuatro edificios con entradas
independientes.
Nuestra labor consistía en cuidar de ese patio. No puede llamarse
jardinero al oficio, pues no es sino una auténtica escombrera. Siempre tuvimos
en mente llegar a adquirir una de esas viviendas y construir una hermosa
piscina en ese asqueroso patio, pero hasta que ese momento llegara, el patio solo era una auténtica
jungla que nos tocaba limpiar. Estaba dividido en cuatro grandes terrenos, uno
por edificio, con el fin de que cada parcela quedase mantenida por un edificio.
“Pero los cuatro tienen que llamar a los mismos jardineros”, bromeaba siempre
mi amigo.
Solo teníamos que saltar un pequeño muro desde la azotea y ya estábamos
dentro. Era muy fácil, ya lo habíamos hecho muchas otras veces. Llevábamos
planeando esa noche de verano durante meses, todo estaba perfectamente
planeado. A las 00.00 horas de la noche entrábamos nosotros, a las 02:00
llegaban el resto de invitados. Nos pareció algo extraño el hecho de que todo tenía
el aspecto de haber sido abandonado a la carrera.
¿Conocéis esa sensación de que todo es demasiado fácil y sencillo,
como para ser tan sencillo y fácil?
Ya sabéis como son esas cosas, uno quiere…
Un segundo. He oído algo.
Falsa Alarma; con suerte puede que me queden unos 10 minutos.
Hasta las 01:30 de la madrugada, todo fue aparentemente normal. David escupió
hacia la calle. Siempre lo hacía, esa calle siempre estaba llena de gente y era
fácil dar en el blanco. Pero esta noche, ahí no había completamente nadie.
Extrañados, comenzamos a observar como se enciende una luz en el
edificio de enfrente. “Por fin, Civilización a la vista.” Pensamos. Pero al
observar detenidamente, nos dimos cuenta de que solo se entreveía una sombra,
la sombra de alguien muy pequeño, no podía llegar al metro y medio de altura.
A continuación, la luz de otro edificio se encendió. Después otra.
Otra más. Todas las azoteas del barrio quedaron encendidas. David apagó la luz
de la nuestra. Esperamos.
Todo estaba completamente desierto, no se oía un solo ruido. Al
momento, un zumbido ensordecedor comenzó a brotar de cada uno de los seres que
ocupaban las terrazas. Parecía que intentaban comunicarse. Estábamos
completamente rodeados. Tratamos de apuntarles con la linterna de
mantenimiento. Inútil. Era como si no reflejaran la luz. Solo sombras.
En ese momento solo pensamos en salir de allí. Teníamos una moto
aparcada justo abajo, solo teníamos que atravesar la puerta. Lo cierto es que,
al mirar al horizonte, todo parecía transcurrir con normalidad. Como si
aquello, fuera lo que fuera, solo fuese el principio de algo que no tenía buena
pinta.
Decidimos salir al exterior cuando algo nos detuvo. Era un grito
ensordecedor de un niño. De repente el grito se convirtió en un sonido
sobrehumano. Ya no gritaba, era algo distinto. Entre esos sonidos horribles se podía
distinguir que repetía una y otra vez algo como:
“YA HAN LLEGADO. YA ESTAMOS MUERTOS”
Al menos diez veces repitió lo mismo antes de precipitarse al vacío desde un octavo piso. Cayó en nuestro patio. Tras de sí, solo se podía ver un
enorme rastro de sangre, que seguía la trayectoria del cuerpo.
Hasta aquí puedo recordar todo lo que pasó con todo detalle. Pero
lo que viene ahora está algo confuso. Desperté tirado en el suelo de la
habitación donde ahora mismo me encuentro. Todo estaba cubierto por una capa de
polvo ennegrecido. Cuando logré ponerme en pie traté de salir, tambaleándome,
de la habitación. Al hacerlo, solo vi el cuerpo del niño en el suelo.
Caí en la cama pero algo me hizo reaccionar rápidamente. Allí
había dos cuerpos. Recé porque el segundo cuerpo no fuese el de David. Una vez
más, no hubo suerte.
No aparentaba ningún signo de violencia, yo tampoco sangraba. De
repente y por un instante, abrió los ojos. Con una voz inhumana pronunció unas
palabras que desearía no haber oído nunca.
“NO DEJES QUE TE VUELVAN A TOCAR. SOLO HAY DOLOR.”
Tapé los cuerpos sin vida y me dispuse a buscar algo con lo que
defenderme, pero aquí ya no queda nada. Solo polvo. Polvo y sangre.
Logré quitarle las tablas a una de las camas y tapiar la puerta
con ellas. Hice lo mismo con todos los muebles de peso que encontré en la
habitación. “Quizá los contenga.” Pero, ¿Contener a quién, o a qué?
Segundos más tarde me estaba preguntando como pudieron entrar sin
hacer ningún ruido. No escuché nada. Ni un solo ruido. Como si todo se hubiese
apagado.
Por alguna razón que aun desconozco, solo me tiraron al suelo y se
marcharon. De nuevo ese sonido ensordecedor.
Salir sería inútil.
No se cuando volverán. Solo me precio de haber encontrado un bolígrafo
y este cuaderno viejo. Solo me queda la esperanza de que alguien lea esto.
Creo que ya han entrado. No puedo verles. No puedo oirles. Se que están aquí.
Amigo, amiga. Esto es para ti. Mis últimas letras. Solo puedo
decirte que, si ves esa luz, si los oyes levantar la voz. Reza.
FIN
1 comentario:
A esto se le llama spam... Aunque la verdad que sí que es original. Se lo pasaré a un amigo que puede estar interesado.
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